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miércoles, 6 de enero de 2016

Odio los cocos

Resulta que hace unos días, luego de considerar que la paja no es un ejercicio (desgraciadamente), me puse a pensar: ¿Qué coño podría hacer para no aburrirme de tanto estar sentado enfrente de una computadora hasta el punto en que tengo el culo cosido al asiento de la misma? Entonces fue ahí, como la eyaculación más potente de macho alfa, que me llegó la idea de ir a manejar bicicleta. Hacía ya más de 8 años que no sabía que era manejar una.

Me puse a revisar las habitaciones que suelen haber en casa conocidas como "el cuarto de la reguera" a desempolvarla para darle uso. Le digo a mi padre que me acompañe a manejar y así no andar aburrido durante todo el trayecto, dimos varias vueltas, hablamos cosas de la vida, y muchas otras cosas. Terminó el tiempo y nos dirigimos a la casa para que cada quien se echara un baño.

Días después me da por manejar bicicleta nuevamente, empiezo a dar vueltas y como ya había perdido la cuenta (creo que llevaba unas 10 y algo) me dije a mi mismo "esta última y ya". Sin que me diera cuenta de la situación, me estaba cansando, pero no lo sentía pues el viaje era relajante, sin embargo, me estaba mareando hasta el punto en que se me estaba bajando el azúcar (sí, así de jodido fue) y de repente y sin venir a cuento se me atraviesa un coco a plena vía y caigo como el perfecto pendejo de la bicicleta.

Recapitulemos:

  • Me estaba cansando.
  • Se me estaba bajando el azúcar.
  • Me estaba mareando.
  • Se me atraviesa un coco.
  • Me caigo de la bicicleta como un imbécil profesional digno de una aparición en Jackass.
No se me atravesó un perro.

No habían autos.

No habían baches en la vía.

Choco con un coco.

Es que hasta decirlo suena estúpido en grados incalculables. La estupidez más grande que me ocurre luego de 8 años de no manejar bicicleta es que al retomarla me haya tumbado un coco. Como si ya de por sí me había tardado mucho en regresar a casa, mi padre me busca a ver si encuentra señales de vida de mi parte, mientras a plena vía llego a casa de un amigo a descansar y estaba tan mareado y bajo de azúcar que un poco más y me desmayo, pido agua con azúcar y un descanso por un rato, pero eso no quita que la caída que me pasó haya sido la más bochornosa de toda mi vida, existencia y todo lo más que se pueda. Que por culpa de un coco yo me haya caído y que a su vez la historia sea tan bochornosa me hizo odiar a los cocos.

Ahora ando con la carga de que cada vez que se recuerda la historia me dicen:

"Ten cuidado con los cocos"

Odio los cocos.
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